A.C. MILAN DE SACCHI Y LOS HOLANDESES 1989 y 1990

A.C. Milán Campeón Intercontinental 1990
A.C. Milán es uno de los clubes de mayor prestigio en el mundo, siendo, además, el segundo conjunto europeo y del mundo con mayor número de trofeos internacionales oficiales. El primero es el F.C. Barcelona.  


Hubo en la segunda mitad de la década de 1980 un histórico club del norte de Italia, que sólo hacía unos pocos años había descendido a la Serie B por un escándalo de apuestas ilegales y dirigido por un, al principio, novato y casi desconocido entrenador que maniataba con mano de hierro el fútbol italiano y continental a base de títulos pero también de dimensión futbolística: el Milán de Arrigo Sacchi.

A finales de los ochenta y principios de los noventa, todo el orbe futbolístico sucumbió ante un equipo que revolucionó el concepto del juego zonal. El Milán de Arrigo Sacchi fue el mejor equipo del mundo desde 1989 hasta 1995, ya bajo la dirección de Fabio Capello. Alcanzando su clímax deportivo en los años 1989 y 1990, en los que consiguió coronarse campeón de Europa, campeón de la Supercopa de Europa y campeón intercontinental. En menos de diez años lo ganaría todo. De la mano de Sacchi y de una extraordinaria generación de futbolistas, abanderados por una defensa memorable y por tres holandeses de otra galaxia, el conjunto rossonero marcó toda una época y se hizo con las Copas de Europa de los años 1989 y 1990. El fútbol italiano, caracterizado por el catenaccio y el contragolpe, observó como ese Milán que se salía de esos parámetros tradicionales jugaba de maravilla y además ganaba. Un equipo cuya habilidad defensiva fue empleada para desplegar un torrente de recursos en ataque que le permitió elevarse hasta la categoría de leyenda. Pero no una cualquiera, sino una que quizá le sitúe entre los cinco equipos más grandes de todos los tiempos. 

Semifinal C. Europa 1990 Milán 1 - Bayern 0
El once base de aquel conjunto era Galli, Tassotti, Baresi, Costacurta, Maldini, Rijkaard, Ancellotti, Donadoni, Evani, Gullit y Van Basten. El catenaccio (cerrojo) tan habitual de los equipos italianos  y llevado al extremo por Trapattoni, era para Sacchi más bien una pesada cadena que le impedía desarrollar su idea de fútbol, más próxima al ideal holandés del fútbol total pero con interesantes aportaciones. Fue lo más parecido al fútbol total desde 1974 y la Naranja Mecánica de Cruyff y Michels. Jugaban como un bloque de 11 jugadores, tanto para atacar como a la hora de defender, practicando la táctica del fuera de juego con una agresividad y efectividad casi insultantes. El equipo rossonero se caracterizó, entre otras cosas, por realizar un pressing durísimo en todas las parcelas del campo. Tassotti, Maldini, Baresi y Costacurta se convertirían, como destacó en su día Johan Cruyff, en la primera defensa que todo aficionado al fútbol sabía recitar de memoria.

El sistema de juego se basaba en una defensa zonal muy adelantada, con una presión asfixiante y con una sincronía entre líneas perfecta. La prolongación de Sacchi en el terreno de juego era Franco Baresi que, jugando de libre, era el encargado de ordenar y adelantar la línea defensiva para promover el fuera de juego. Esto no era nuevo. Menotti ya achicaba espacios hacía tiempo, pero la diferencia fundamental era que el equipo italiano tenía además una fortaleza física que le permitía mantener ese orden durante todos los partidos. De esta manera se conseguía recuperar la pelota rápidamente y evitar que el otro equipo impusiera su control del juego, maniatando al rival hasta la confusión. El equipo lombardo entrenaba 8 horas al día y, Milanello, su centro de entrenamiento, se convirtió en la referencia de todos los grandes del fútbol mundial. De hecho, muchos clubes imitaron posteriormente el "laboratorio" milanista con mayor o menor acierto. 

La historia de esta legendaria entidad deportiva vivió a finales de la década de los ochenta y comienzos de los noventa, una época dorada. Fue una etapa inolvidable para los tifosis, en la que Silvio Berlusconi con la inestimable colaboración de Arrigo Sacchi creó un imperio futbolístico. Un imperio cimentado en el poder económico, el trabajo táctico, la raza italiana, la inteligencia de Franco Baresi, y la calidad de tres holandeses llamados: Rijkaard, Gullit y Van Basten, futbolistas de la escuela del Ajax (excepto Gullit, de Haarlem, Feyenoord y PSV) que habían recibido el legado dejado por Johan Cruyff. Junto a ellos fueron incorporándose al equipo Galli de la Fiorentina, Donadoni de la Cremonese, Colombo del Avellino, Ancelotti de la Roma, Virdis de la Juve, Evani de la Sampdoria, Tassotti, y dos chavales de la cantera que subieron al primer equipo, un joven lateral izquierdo llamado Paolo Maldini, y un central de nombre Alessandro Costacurta.

Ruud Gullit, Marco Van Basten y Frank Rijkaard fueron fichados a golpe de talonario por el magnate italiano y, junto a Baresi, Maldini, Donadoni, Ancelotti y algunos más formaron un conjunto invencible durante varios años. 

Marco Van Basten 1989
Van Basten ha sido, sin ningún género de dudas, uno de los mejores delanteros centro de la historia. Elegante, certero, con muchísima clase y técnica, dominaba como nadie el remate con ambas piernas. Incluso iba bien de cabeza. En la memoria queda un golazo increíble jugando con la selección holandesa, frente a la extinta Unión Soviética, por toda la escuadra estando muy escorado que ni el mítico Dasaev pudo detener.

Gullit era un jugador poderosísimo físicamente, con gran recorrido y con calidad técnica. A eso se le unía también un buen disparo desde media distancia. Frank Rijkaard aportaba orden táctico, despliegue físico y técnica, como buen holandés. 

Paolo Maldini era la envidia de todos, uno de los mejores laterales izquierdos del mundo, con 5 Champions League en su haber, fue de los pocos jugadores que pudieron en sus duelos con el madridista Míchel. El jugador italiano fue, tácticamente, físicamente y técnicamente, un fuera de serie.

Aquel Milan fue un equipo que dejó como momentos únicos, la goleada a otro extraordinario conjunto, el Real Madrid de la Quinta del Buitre, al que venció en 1989 por 5-0 en las semifinales de la Copa de Europa, y luego en la final ganó al Steaua de Bucarest de los Lacatus, Hagi, Petrescu, Balin por un 4-0. Y al año siguiente, sumó otro título de la Copa de Europa al vencer 1-0 al Benfica en la final con gol de Frank Rijkaard.

Pero el equipo se derrumbó rápido. Quizá porque el sistema de Sacchi exigía mucho compromiso y una pieza incorrecta desajustaba el entramado de trampas tácticas. Después de la salida del club de Arrigo Sacchi, el Milán entrenado por Fabio Capello siguió cosechando triunfos a nivel mundial. La base del equipo ya estaba formada y el nuevo técnico supo aprovecharla, pero nunca más el equipo milanista volvió a jugar al fútbol como antes. 

El Milan de Sacchi tiene, por méritos propios, un lugar privilegiado entre los mejores equipos de la historia del fútbol. En definitiva un equipo de leyenda que dominó con autoridad el fútbol italiano y europeo y dio una magistral lección de fútbol, orden táctico y competitividad. 


Bestia Negra

AC Milán 5 – Real Madrid 0 (Semifinal Copa de Europa 1988-89, vuelta. Estadio de San Siro, Milán)
Era el 19 de abril de 1989 y todo estaba por definirse en Italia. El duelo de ida entre estos dos colosos del fútbol europeo, que estaban viviendo grandes momentos de forma, había finalizado 1-1, resultado que le daba cierta ventaja a los milaneses. Pero para la historia queda el humillante 5 a 0 que los italianos endosaron a los blancos en el partido de vuelta, después de un recital de fútbol que mostró la impotencia merengue ante una superioridad tan grande, el equipo invencible había sido pisoteado por una máquina de jugar al fútbol. Este equipo se convirtió en la peor pesadilla de un Real Madrid que, por esas fechas, arrasaba en España y tenía un equipo legendario basado en la "Quinta del Buitre". Aquel Milán machacaría semanas después al Steaua y comenzaría a escribir la leyenda de un equipo invencible. El choque de vuelta de semifinales ante el Real Madrid se recuerda como una de las demostraciones más grandiosas de fútbol moderno, dinámico y ofensivo de las últimas décadas. El gran Van Basten ganaría el balón de oro dos años antes de romperse la rodilla. El Real Madrid arrasaría en la liga de aquel año y la siguiente, pero ya daba la medida de que no llegaría a nada en Europa, acomplejado por aquel superequipo de camiseta a rayas rojas y negras. En aquel Milán se estaba gestando el último gran equipo de la historia del fútbol moderno.


FC Barcelona 0 – AC Milán 4 (Final Champions League 1994. Estadio Olímpico de Atenas)
Lo que ocurrió aquella noche del 18 de mayo en Atenas ya todos lo saben. Final de la Champions, Barcelona contra Milán. Cruyff contra Capello. “Dream Team” contra “Cattenaccio”. Aquel día forma parte de la historia que ningún culé desea recordar. Aquel día el Barça perdió 4-0, mostró una imagen pésima y supuso el fin del “Dream Team”. Una cura de humildad. Un duro correctivo. Una bajada a la tierra. Los calificativos fueron varios, la idea general, una. El contundente resultado no dejaba lugar a las dudas, ni a las excusas. 4-0. El Milán endosó una de las mayores goleadas que se recuerdan en una final de Copa de Europa a un Barça que, además, se presentó en el Olímpico de Atenas con la etiqueta de favorito. El Milán exhibió un insultante dominio de la pelota, del tiempo del partido y del rival. El Barça se quedó mudo. Ni rastro del juego de toque de los azulgranas que tan buenos resultados les había dado (se habían proclamado campeones de Liga unos días antes y habían conseguido su primera Copa de Europa dos años atrás). El juego asfixiante de los 'rossoneri' en el centro del campo obligó a Guardiola y compañía a jugar al pelotazo, al sorteo, a esperar que Romario cazara alguna. Y ahí se murieron. El “Dream Team” había muerto, se iba el esplendor de la posesión, la magia de la exquisitez que practicaba aquella plantilla; ahora llegaba la fuerza, el fútbol férreo, la fiereza de aquel Milán.